8 de febrero de 2010

Craftsmanship, my friend.

En aquel momento me sonó bien. "Oh, qué interesante", pensé, "¡qué sabiduría!" y desde luego quedaba de maravilla repetirlo como mío, pero en realidad no había asimilado aún el significado de aquello; no me enteré hasta bastante después de lo que la idea encerraba cuando Lars me dijo sobre el escenario: "Craftsmanship, my friend, it's all about craftsmanship...".

En estos días recordé aquello y se me dibujaba una sonrisa en la cara, sosteniendo en mi mano una copa martini (con un cóctel que no era un Martini) y viendo cómo dos amigos, de estos no íntimos pero sí de los que les coges cariño con un par de veces que coincides en algún sarao de coctelería y acabas frecuentando, hacían lo suyo tras la barra, exprimiendo, removiendo, agitando, perfumando... Daba gusto estar allí de pie en la barra —había taburetes, pero cedí el mío a una mujer con sus amigas—, disfrutando del espectáculo de ver cómo preparaban uno y otro cóctel como si estuvieran tallando muñecos de madera, unos muy currados y artesanales. Con el mío, por supuesto, delante. Esta vez no bebí ron, pues necesitaba mantenerme lo más espabilado posible durante el mayor tiempo posible, así que fue mi noche de gin. Ojo, que tampoco soy de perderme en la bebida.

En un lugar en el que antes de que se llene del todo, cierran la puerta, para garantizar que la gente que haya dentro disfrute de la atención y el cariño en bebidas tan cuidadas, tan esmeradas, para que el espacio siga siendo espacio y no se convierta en codazos y prisas por ser atendidos, porque eso no es un ambiente que aquí se busque, no sería entonces un lugar tranquilo y agradable en el que tomar diamantes y poemas como los que aquí preparan. ¿Y qué tienen de especial? ¿los ingredientes? Sí, bueno, también. ¿Las recetas? No más curiosas que en otros sitios, no. ¿Los cojines? Quién sabe, no los he probado yo aún. ¿La barra en sí? Bueno, está bien... Pero no, ninguno de esos adornos es lo que da el carácter definitivo. Es el cómo lo hacen, el esmero que ponen, la historia que saben detrás de cada uno, las recomendaciones que hacen y el buen hacer con las manos y la sonrisa.

Uno de ellos me preguntó hace no mucho tiempo si no echaba de menos estar tras la barra en un bar fijo y no tanto como voy ahora, por España, en distintas barras, convenciones y espacios habilitados para cursos, catas y presentaciones, que me encanta. Y le dije que no, que en lo absoluto. El caso es que un poquitín sí, pero eso solo cuando veo un equipo como este, en un sitio así, como en un par más que he visto. No muchos. Y mira que mi equipo no lo cambio, eso desde luego, ¡es el mejor y esto es una convicción absoluta! Pero a un lugar fijo y acogedor resulta que a veces le encuentro lo suyo también. Resulta que todo lo hacen las buenas maneras y la base del equipo y las estanterías, not just a fancy facade.

En definitiva, "craftsmanship, my friend, it's all about craftsmanship..."


(foto: Miguel F. Lancha - En Le cabrera, Madrid)

2 comentarios:

  1. Diego es Argentino Igual que yo.
    Tube la suerte de salir a tomar un par de copas la ultima vez que paso por Buenos Aires, y me trajo un bittero o gotero cosa que en sudamerica es imposible de encontrar.
    Me lleno de alegria leer comentarios tan positivos, si pasás otra vez por LE cabrera mandalé al PIBE un salduo mio.

    Cuco

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  2. Muchas gracias, Federico por tu lectura en el blog. Me alegro de que te guste. : )

    Oye, ¿cómo has sabido que hablaba de Le Cabrera en el post?

    ¡Un saludo! (Y le daré los tuyos a Diego, que le veré esta semana).

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